Antojos.
Se cuenta que una mujer embarazada tuvo un antojo irresistible, pues quería beber vino de la bodega de donde trabajaba su marido, en Molinicos. Él le dijo que aquello era una tontería y más, sabiendo que desde la aldea donde vivían ellos hasta la bodega del pueblo había un trecho bastante grande. Así que, sin dar importancia a la anécdota, se fue a la cama.
Al día siguiente el hombre salió muy temprano hacia su trabajo y la mujer, que había pasado toda la noche en vela pensando en su capricho fue a llamar a la vecina, que era bruja para pedirle que le ayudara. Ésta le dijo que la llevaría a la bodega y podría beber el vino antes de que llegara su marido, pero para hacer el hechizo ella tenía que estar completamente desnuda y no nombrar en ningún momento a Dios. Así, claras las cosas, hizo el conjuro y en un abrir y cerrar de ojos estaban las dos en la bodega. De la mejor tinaja sacaron dos pucheros y bebieron el deseado vino, entonces la mujer olvidó las prohibiciones acordadas y dijo: -Gracias a Dios que he podido beber vino antes que llegara mi marido, ya me puedes devolver a mi casa-, pero la bruja la miró sorprendida: – ¿Acaso no recuerdas que no tenías que nombrar a Dios? – Y entonces desapareció dejándola sola y desnuda ante la puerta de la bodega que se abría al paso de los mozos que iban a trabajar ese día allí, el último en entrar fue su marido.