Brujas en Fuensanta.
En una ocasión se había reunido un pequeño grupo de amigos en la casa que tenía el tío Pitero en la calle de las Huertas, para pasar la velada sabatina, y acordaron enseguida hacerse la consabida cuervecilla, pero les faltaba el vino suficiente y los limones; para agenciarse ambas cosas salieron a cumplir el encargo el tío Pitero y un tal Juan Carretero, los cuales demoraron el regreso más de la cuenta, ante la impaciencia de los que esperaban. Volvieron por fin entrando nerviosos y ligeros y lo hicieron, ante el asombro de sus compañeros, presentando la bombona llena de vino blanco, dorado como la miel, y de una rama de limonero cuajada de limones verdes y frescos, que parecía recién cortada. Justificaron su nerviosismo y su tardanza diciendo que al salir en busca de lo encomendado y pasar bajo el arco de la ‘Reguera de la villa’ oyeron sonar por los aires unos alegres cantares acompañados del sonido de castañuelas y mirando hacia arriba Juan Carretero, pensando que eran brujas las que pasaban, en un decidido impulso se le ocurrió lanzarles un piropo diciéndoles con fuerza: ¡Ay, garbosonas!, y entonces las brujas -pues ellas eran agradecidas- por el piropo quisieron ayudarles y conociendo a través de su magia lo que iban a buscar, les cogieron en volandas y llevaron al uno a una bodega de Villarrobledo, donde le llenaron la bombona del mejor vino que había, y al otro a un huerto de Archena donde cortó él mismo con sus propias manos de uno de los árboles la rama de limones que acababa de presentar. En principio, ninguno de los asistentes a la reunión quedó muy convencido de lo que les contaban los recién llegados, pero parece ser que tuvieron que rendirse ante la evidencia de los hechos probando el vino traído y, sobre todo examinando la rama del limonero, pues sabían que en el pueblo no podían encontrarse más limones que los resecos y medio chuchurríos que vendía en su tienda la vieja aguardentera. Al día siguiente se fue corriendo por el pueblo la noticia de esta mágica y brujeril aventura, cuya verdad o leyenda se ha mantenido a través de los años perpetuada en esta coplilla:

Por decir ¡garbosonas!
Juan Carretero,
se ha traído buen vino,
y sin dinero.