La zorrica y el lobo.
Érase una vez un lobo y una zorra que decidieron hacer una comilona juntos. El lobo se encargó de ir a coger un cordero del redil que tenía el pastor en la loma, y la zorra saltó la tapia del corral más cercano para coger dos gallinas.
Fueron al sitio convenido y allí prepararon unos gazpachos con las gallinas y asaron el cordero. Comieron hasta que se hartaron. Tanto comieron que la zorra casi no podía ni ponerse en pie de lo que le pesaba la barriga. Y claro, enseguida les entró la sed. -Señor lobo -dijo la zorra. – ¿No tiene usted sed?, yo tengo tanta que me va a dar algo si no bebo. – El lobo, que estaba recostado a su lado respondió: – La verdad es que si, hemos comido tan bien, que me ha entrado la sed. Vayamos al río a refrescarnos. -Pero la zorra no podía levantarse siquiera. -Señor lobo, apenas puedo moverme de lo que he comido. ¿No podría usted llevarme a cuestas? A lo que el lobo dijo: -Claro que sí, suba en mi lomo y yo le llevaré. – Y de esta manera el lobo llevaba montada a la zorra sobre su lomo. Ella, mientras tanto iba cantando una y otra vez:

Zorra grillera,
harta de gazpachos
y bien caballera

Cuando llegaron al río vieron que la orilla estaba muy alta y no llegaban a beber así que dijo la zorra: -Ya se lo que haremos. Bebamos por turnos. Mientras yo bebo usted me sujeta el rabo y cuando yo diga ‘zarpa’ me sube y seguidamente le sujeto yo de la misma manera para que pueda beber. –
Y así lo hicieron; primero el lobo sujetó a la zorra, y cuando dijo ‘zarpa’ la sacó del río tirando del rabo. Después le tocó al lobo y la zorra lo sujetó como habían convenido pero cuando el lobo hubo bebido dijo: -¡Zarpa!.- Y la zorra contestó: -¡Pues el rabo se me escapa!.- y soltó al lobo que cayó al agua.
La zorra corrió para esconderse en su madriguera y el lobo, que casi se ahoga, la perseguía enfurecido. Cuando llegó a la guarida vio que se había dejado el rabo fuera. Lo agarró y tiró con fuerza, pero la zorra gritó: – ¡Estira, estira, que de la raíz de un chaparro tiras! – El lobo al oírla soltó su presa y entonces dijo ella: – ¡Carambola, carambola, que estirabas de mi cola! –