Movimientos migratorios y sus consecuencias en la provincia de Albacete. Por José Sánchez Sánchez publicado en el Boletín de información «Cultural de Albacete», abril 1984, (Número 4)
Claustro del Centro Cultural Iglesia de la Asunción
La provincia de Albacete se ha caracterizado en los últimos cuarenta años por un salto migratorio negativo. Como en muchas provincias de la España interior, ha sido afectada por un masivo éxodo rural que ha dejado diezmados a nuestros pueblos y aldeas; en nuestros campos ha quedado una población envejecida.
Debemos estar sensibilizados con este problema. En mi opinión es el acontecimiento más grave y decisivo de toda la historia contemporánea de Albacete. Su transcendencia no acaba al contabilizar la inmensa cantidad de albaceteños que han abandonado su lugar de nacimiento, o sea, en la emigración en sí misma, sino que la importancia del fenómeno continúa en el gran vacío que ha dejado y en los efectos que ha provocado tanto en la composición de la población como en las estructuras económicas de la provincia.
Conocer el fenómeno de la emigración, saber en qué áreas ha afectado de manera particular y valorar su incidencia y sus efectos -más negativos que positivos- es conocer una de las claves fundamentales para lograr entender la problemática actual de nuestra provincia.
Situación demográfica de Albacete al comenzar la década de los cincuenta
Después de unas décadas de fuerte crecimiento, la provincia de Albacete estaba soportando las densidades humanas más altas de toda su historia en 1950 Albacete censó 297.100 habitantes de hecho sobre una superficie de 14.858 km2 , lo que significa 27 habitantes por km2. Si la comparamos con la densidad media española (55 habs./km2) la de Albacete era una densidad débil; pero, si tenemos en cuenta las características económicas de la provincia, esa cifra podría haber superado ya el límite de unas posibilidades razonables.
Desde la segunda mitad del siglo XIX, la población de Albacete venía creciendo a buen ritmo. El territorio provincial se vio poco afectado por la emigración a ultramar -América- que caracterizó a toda Europa, y por la corriente dirigida al Norte de África -Oranesado o Argelia Francesa- a donde se dirigían los emigrantes levantinos de Murcia, Alicante y Almería. Incluso registró saldo migratorio positivo.
El factor inmigración tiene, pues, incidencia en el crecimiento demográfico con saldos positivos que se continúan hasta 1920, a una media de 900-1.000 inmigrantes. Pero el notable incremento de la población se debe fundamentalmente a los factores naturales -evolución combinada de la natalidad y de la mortalidad- que dan un excedente sustancia de nacimientos sobre las defunciones, con tasas de 1 a 1,5 por 100 anual.
El resultado fue que en la primera mitad de este siglo la población de Albacete aumentó en 160.000 personas, en una proporción superior a la media española (67 por 199 frente al 50 por 100). Esta expansión demográfica afectó a todos los sectores de la provincia, de tal forma que la mayor parte de los municipios (62 de un total de 86) registraron el máximo de población o en 1940 o en 1950.
Este continuado crecimiento demográfico, sólo interrumpido por episodios excepcionales -gripe en 1918, emigración a Cataluña en los años veinte, Guerra Civil-, iba acumulando población sobre unas estructuras tradicionales que no soportaban fácilmente el aumento de sus efectivos humanos. El territorio provincial pasó de una densidad de 13,5 habitantes/km2 en 1857 a 16 en 1900 y a 27 en 1950 . En la mayor parte de los municipios, especialmente los situados en el sector de las Sierras del Suroeste, para sobrevivir se recurría a las migraciones estacionales: miles de trabajadores temporeros acudían y se desplazaban por los llanos manchegos para la siega y la vendimia y a los olivares del Alto Guadalquivir para la recogida de la aceituna.
La agricultura de subsistencia y la sociedad rural tradicional, habituada a la pobreza y a la indigencia -sostenida en parte por los recursos obtenidos en estas salidas estacionales- resistieron bien hasta que el desarrollo económico español alteró y modificó la situación de aislamiento y rompió un difícil equilibrio multisecular; el crecimiento industrial y la expansión turística de algunas regiones impulsaron el proceso de urbanización capaz de absorber a toda la población que abandonaba los pueblos de las provincias rurales. La agricultura de subsistencia y, con ella, la sociedad rural tradicional, entraban así en una crisis profunda e irreversible.
Las posibilidades que al final de los años cincuenta se abrieron a los emigrantes en Europa Occidental no hicieron más que facilitar y estimular el abandono de los campos; en los años sesenta el éxodo se hace ya masivo.
En realidad, durante los años veinte se había iniciado una pequeña corriente emigratoria en Albacete con destino a Cataluña (313 emigrantes de media anual), pero quedó detenida en la década de los treinta -efecto de la gran crisis y de nuestra guerra civil-. A partir de 1945, y más aún después de 1950-55, la crisis de la agricultura tradicional se intensifica, viéndose afectadas decenas de miles de personas, braceros, ayudas familiares, pequeños agricultores, rentistas, artesanos, comerciantes, etc. En 1940 en la provincia de Albacete el 70 por 100 de la población activa estaba ocupada en actividades agrarias, y alrededor del 90 por 100 de la población provincial formaba parte de esa sociedad rural que entonces entra en crisis.
El proceso emigratorio posterior a 1950
Así, pues, la emigración en Albacete, como en otras provincias interiores, es tardía; hasta la década de los cincuenta no adquiere grandes proporciones y sólo a principios de los años sesenta llega a su punto culminante, Paralelamente a la emigración de larga duración o definitiva – a otras provincias y a otros países-, se ha desarrollado en toda la provincia y especialmente en los municipios más deprimidos, un tipo de emigración temporera que, con destinos y caracteres diversos, está teniendo unas consecuencias demográficas y económicas importantes.
Esta etapa decisiva en la evolución demográfica de Albacete se inicia en los años cuarenta, a partir de 1945; la emigración afecta a más de 26.000 personas que equivalen a más de la mitad de crecimiento natural de la década que, con tasas de 1,3 a 1,5 por 100 anual, sigue siendo notable.
La corriente emigratoria se intensifica de 1950 a 1960 por las razones antes indicadas. en estos diez años la emigración se lleva nada menos que a 80.000 personas, de la que 54.000 correspondían al crecimiento vegetativo; representan una quinta parte de la población censada en 1950.
De 1961 a 1970 las cifras son todavía más altas; los emigrantes asciende a 83.870 con una media anual de 8.387 salidas. Albacete pierde en esta década el 22 por 100 de su población. En total, de 1951 a 1970 los emigrantes albaceteños suman 164.110, cifra equivalente al incremento conseguido en los cincuenta años anteriores y casi a la mitad de la población actual. El quinquenio con mayores pérdidas fue el de 1961-1965, con más de 60.000 emigrantes, a una media anual de 12.120.
Es una cifra realmente sobrecogedora para una provincia como la de Albacete que en 1960 sólo tenía una densidad de 25 habs./km.2, cuando España pasaba ya de los 60 hbs./km.2 .
De 1971 a 1980 el saldo negativo ha sido mucho menor. La redacción experimentada en los años 1966-1970 (23.267) se ha continuado en la década de los setenta; unos 20.000 emigrantes de 1971 a 1975 y 10.700 de 1976 a 1980. La media anual en los tres últimos quinquenios ha sido: 4.653, 3.952 y 2.143, respectivamente. Es evidente que el centro demográfico de la provincia se ha estabilizado en los últimos cinco años, pero la corriente emigratoria sigue fluyendo en una cuantía equivalente al crecimiento vegetativo que, por cierto, se ha reducido al 0,7 por 100 anual. La intensidad del éxodo se ha debilitado, no porque la provincia de Albacete sea capaz de absorber a más población, sino porque se encuentra ya sin excedentes -tras haber perdido unos 220.000 emigrantes entre 1940 y 1980 y, como consecuencia de ello, biológicamente casi agotada. Además, han surgido dificultades en los centros de atracción.
Estos centros están situados unos dentro del territorio español -hacia donde se dirige la migración interior- y otros en países extranjeros, produciéndose entonces la llamada emigración exterior.
Las características de los emigrantes albaceteños de una u otra corriente son muy distintas y conviene, por ello, detallarlas.
Características de la emigración interior
Se trata de los emigrantes a otras provincias españolas. Los principales centros de destino se encuentran en el área costero-mediterránea. Las cuatro provincias de mayor atracción son Valencia (35 por 100), Alicante (25 por 100), Barcelona 15 por 100) y Castellón de la Plana (7 por 100). Entre las cuatro acogieron a más del 80 por 100 de los albaceteños que salieron hacia otras provincias desde 1962 a 1971.
A continuación, figuran como centros de atracción de cierta importancia Madrid (6 por 100) y Murcia que, con escasa importancia a principio de los años sesenta, ha pasado a ocupar el tercer lugar con el 10 por 100 de 1976 a 1980, después de Valencia y Alicante y delante de Barcelona y Madrid. Se pueden citar también Baleares. Tarragona, Vizcaya y Cuenca, con una minoría de emigrantes albaceteños en torno al 1 por 100.
Las principales características de los emigrantes son las siguientes:
- Las dos terceras partes tienen entre 15 y 64 años, o sea, se trata de personas en su gran mayoría en edad activa.
- Predominan las edades más jóvenes, ya que el 53 por 100 no pasa de 25 años.
- Es una emigración de carácter familiar, pues el 45,5 por 100 son casados y casi una tercera parte son niños y jóvenes menores de 15 años; o sea, la mayor parte de los que se marchan son matrimonios jóvenes con sus hijos, quedando siempre en los pueblos los de más avanzada edad.
- Predomina la emigración mal cualificada; trabajadores de la industria y peones no agrarios, agricultores y ganaderos representan el 70 por 100. El 7 por 100 no sabía leer ni escribir. Sólo el 6,6 por 100 de los emigrantes son profesionales y técnicos. Muy significativos es el grupo de comerciantes, vendedores, taxistas, camioneros, etc., que representan más del 5 por 100.
Frente a esta intensa corriente emigratoria, en Albacete se registra una, más débil, inmigratoria. Es también de carácter familiar, pero se distingue de la anterior por dar mayores porcentajes de profesionales y técnicos (12 por 100) y de agricultores y ganaderos, junto a una menor proporción de obreros industriales y peones no agrarios. Lo que refleja, a la vez, una oferta de trabajo poco cualificado y un déficit de la provincia en funcionarios y personal cualificado.
La emigración exterior; destinos y características
Diferentes características presenta la emigración que se dirigió más allá de nuestras fronteras nacionales y que, desde 1975, prácticamente ha desaparecido. Se trata de una emigración de larga duración (en muchos casos definitiva) y quizá muchos de los emigrantes hayan vuelto ya; pero un gran número todavía permanece allí y es posible que algunos ya no regresen. De cualquier forma, todos ellos abandonaron un días sus pueblos y aldeas. De cualquier forma, todos ellos abandonaron un día sus pueblos y aldeas y lo más seguro es que no vuelvan al lugar de partida. Por ello, los efectos de esta emigración exterior en la provincia de Albacete son tan duraderos y de tanto alcance como los de la emigración definitiva interior.
A las escasa incidencia de la emigración exterior en Albacete en la primera mitad de siglo, sucede una etapa en la que este tipo de emigración adquiere un gran desarrollo. La corriente hacia América en los años cincuenta está ya muy debilitada y los emigrantes de Albacete se dirigen a los países de Europa Occidental, donde el déficit de mano de obra va a exigir la contratación de trabajadores extranjeros para las tareas más ingratas. El gobierno español facilita esta emigración como remedios a los graves problemas del desempleo.
Desde 1950 a 1980 han participado unas 800 personas con destino a los países de ultramar, pero a la vez se han contabilizado unos 600 retornos. El saldo fue negativo hasta 1959 —35 personas de promedio anual—, pero desde entonces está resultando positivo.
La corriente hacia Europa es la que realmente tiene importancia, pero no empieza hasta 1959. Desde entonces y hasta 1975 han salido hacia los centros de atracción europeos unos 25.664 albaceteños controlados, cifra oficial que no incluye la emigración clandestina que ha podido representar el 25 o 20 por 100 del total.
El número de emigrantes fue aumentando gradualmente hasta 1973; después entró en fuerte declive motivado por las nuevas circunstancias impuestas en Europa por la crisis económica que ha provocado la suspensión de nuevas contrataciones de extranjeros. En conjunto, la emigración de Albacete representa el 2 por 100 de toda la emigración española a Europa. Después de 1975 , sólo se registran unos 120 contratos anuales a Suiza.
Cuatro son los países que han acogido prácticamente a la totalidad de los emigrantes albaceteños; Francia, con unos 11.000, el 48 por 100; Suiza con cerca de 7.000, casi el 30 por 100; Alemania y Holanda, con unos 2.500 emigrantes, 11 por 100, cada una de ellas.
Las características de esta emigración a Europa difieren sustancialmente de las señaladas para la emigración interior:
- Es una emigración fundamentalmente masculina; más del 80 por 100 de los emigrantes son varones. La participación de la mujer ha sido escasa y la mayor parte de ellas (78 por 100) se ha dirigido a Francia. La oferta de contratos para los trabajos más duros y de corta duración, junto a la existencia de obstáculos a la inmigración de tipo familiar, explica que la proporción de varones asciende al 95 por 100 en Suiza y al 97 por 100 en Holanda.
- Mayor proporción de casados (57 por 100) que, teniendo en cuenta la escasa participación de la mujer, supone en la mayor parte de los casos la ausencia del padre de la vida familiar durante un período de duración variable.
- Absoluta mayoría de los emigrantes comprendidos entre 15 y 40 años; 77 por 100 de los varones y 83 por 100 de las mujeres. Los mayores de 40 años representan el 20 por 100 de los menores de 15, sólo el 0,3 por 100.
- Consecuencia de lo anterior, y a diferencia también de la emigración interior, destaca el alto índice de población activa que alcaza el 85 por 100 de todos los emigrantes; pero se trata de una población activa poco cualificada, pues el 96 por 100 son agricultores, trabajadores de la industria y peones no agrarios.
Emigración de temporada
Se produce este tipo de emigración cuando en un lugar, como la provincia de Albacete, se dispone de mano de obra parcialmente ocupada que en los períodos de escasa o nula actividad se desplaza a otros lugares para trabajar, en nuestro caso, como jornaleros eventuales.
Las salidas tradicionales se hacían con motivo de la siega, la vendimia y la recogida de la aceituna; los municipios de la Sierra eran los más afectados. Numerosas cuadrillas partían cada junio de los pueblos y aldeas, al mando de un manijero, y recorrían los campos cerealistas de la Mancha y el Campo de Montiel durante la época de la siega. La mecanización del campo ha hecho desaparecer esta salida estacional de jornaleros.
También a las áreas vitícolas manchegas llegaban trabajadores forasteros, de otros pueblos de Albacete, en la temporada de vendimia; Villarrobledo, Tomelloso, Socuéllamos, por un lado, y Requena y Utiel, por otro, eran los municipios más concurridos.
La recogida de la aceituna en los olivares de Jaén (Lomas de Ubeda y Chiclana) es la tercera salida tradicional, la única que se mantiene en parecidas condiciones; es la de más larga duración (de Navidad a Semana Santa, en años bueno) y afecta especialmente al estrato más humilde de la población, por ser un trabajo ingrato y no siempre bien remunerado. Hoy el número de temporeros es muy inferior al de antes, al quedar menos población disponible en el sector de la provincia más afectado, las Sierras del Suroeste.
Otras migraciones de temporada se han desarrollado en los últimos años, de importancia desigual y variable, afectando a muchos municipios de la provincia. Al final de los años setenta, algunas han perdido ya su anterior importancia, como el cultivo y recolección del tomate en la provincia de Alicante, desde mayo a agosto; la recogida de las lentejas en los municipios del norte de la provincia, desde Viveros hasta Madrigueras; la salida de jóvenes contratados por hoteles en Mallorca, Costa Brava y Alicante en la temporada alta de verano; el desplazamiento a las fábricas de conservas murcianas; el trabajo esporádico en la construcción de Valencia y Alicante. Más estable se mantiene la emigración temporal, recientemente desarrollada, a las fábricas de turrón de algunos centros de producción alicantinos, como Jijona; tiene lugar en la época de noviembre-diciembre y procede de algunos municipios del noroeste de la provincia como Alatoz, Carcelén, Casas de Juan Núñez, Valdeganga, etc.
Pero es, sin duda, con ocasión de la vendimia cuando se desarrolla la emigración de temporada de mayor amplitud en la provincia. Al tradicional desplazamiento a los municipios manchegos de Albacete y Ciudad Real, se ha unido desde 1960 la marcha a la vendimia francesa, que se completa con la recogida de fruta y de remolacha en áreas próximas. A ella vienen acudiendo en los años setenta entre siete y ocho mil trabajadores albaceteños que representan el 8 por 100 de todos los temporeros españoles en Francia. La duración normal oscila entre 30 y 40 días, siendo muy provechoso el poder echar las dos vendimias; la del sector costero (Narbonne, Bézuers, Montpellier) más temprana, y la del sector interior (Carcassonne, Limoux, Toulouse), más tardía.
A casi todos los municipios afecta esta emigración de temporada, pero algunos se destacan de manera especial pro el número total de emigrantes: Yeste, Bogarra, Villarrobledo, Tobarra, Hellín, Nerpio, Socovos, Ontur y Ayna. Entre estos nueve agrupan el 50 por 100 del total.
La intensidad de esta emigración —medida por el número de temporeros por cada mil habitantes — es particularmente notable en dos sectores que dan un índice superior a 50. El primero en el área nororiental de la provincia —La Mancha del río Júcar o Manchuela —, Jorquera, Abenjibre, Villavaliente, Pozo-Lorento, Alpera, Carcelén y Alatoz. El segundo, constituido por un grupod e municipios de las Sierras suroccidentales: Bogarra (260 temporeros por mil habitantes), Ayna (154), Paterna del Madera (144), Socovos, Molinicos, Yeste, Nerpio, Letur y Liétor.
Para muchas familias todas estas salidas estacionales, con los beneficios obtenidos en ellas, constituyen ya un pilar básico de sus economías. De no ser por estos recursos «externos», muchos municipios habrían acusado más los efectos de la emigración definitiva y hoy se verían más despoblados.
Consecuencias de la gran emigración reciente: despoblación y desequilibrio demográfico en la provincia
Consecuencias en la distribución espacial de la población
En el enorme volumen de población emigrante (unas 220.000 personas desde 1940 a 1980) ha salido de todos los municipios de la provincia; no se puede decir que haya unas áreas de emigración y otras de inmigración; toda la provincia es área de emigración; sólo el municipios de la capital ha tenido un crecimiento claro y lo ha conseguido a expensas del resto de la provincia. La intensidad del fenómeno explica que 61 — de los 86 municipios — han registrado su mínimo de población en 1980 o en 1975, o sea, han censado menos población de la que tenían en 1900. Únicamente la capital y Almansa han dado su máximo en 1980.
En conjunto, la provincia equivale al 3 por 100 del territorio nacional; en 1950 vivíamos el 1,4 por 100 de la población española y en 1980, el 0,88 por 100. La densidad media de España en 1980 es de 75 habs./km.2 , y la de Albacete, de 22; pero, más de la tercera parte de la provincia, con densidades inferiores a 10 habs./km.2, están casi despobladas (Campos de Montiel, Sierras de Alcaraz y del Segura y Tierras Altas del Este de Chinchilla). Simultáneamente a esta población progresiva, la capital provincial cada vez crece más y aumenta su proporción a la provincia.
Consecuencias en las estructuras demográficas y económicas
A las pérdidas cuantitativas, hay que añadir las consecuencias cualitativas — derivadas del carácter selectivos de la emigración — que alteran las estructuras demográficas y económicas, provocando desequilibrios en las áreas de salida.
En cuanto a las edades, se ha producido un descenso alarmante de los adultos jóvenes entre 20 y 40 años; desde 1950 se han marchado más del 50 por 100: unas 45.000 personas comprendidas en esa edad. A la vez, aumenta la proporción de las mayores de 60 años: en el área rural del 9 por 100 en 1940 se ha pasado al 15 por 100 en 1975; o sea, se ha producido un intenso proceso de envejecimiento.
A consecuencia de ello, está descendiendo alarmantemente el número de nacimientos: en la provincia, sin la capital, nacían en la década de los cuarenta una media anual de 8.116 niños y en los años 1975-1979 se ha descendido a una media de 3.480. A la vez, y a consecuencia del envejecimiento, están aumentando las tasas brutas de mortalidad. En el último quinquenio citado se ha registrado ya crecimiento negativo nada menos que en 28 municipios y en otros 32 la tasa ha sido inferior al 0,5 por 100. A diferencia de los países desarrollados donde el descenso del crecimiento natural es resultado del desarrollo socioeconómico y del cambio de mentalidad, en la provincia de Albacete se debe principalmente al agotamiento biológico provocado por la emigración de los más jóvenes y el envejecimiento de la población que permanece.
La emigración se lleva también a trabajadores, a personas en edad activa. Entre 1945 y 1980 la provincia de Albacete ha perdido unos 40.000 activos. El masivo éxodo rural ha supuesto la salida de más de 50.000 personas activas del campo albaceteño: la estabilidad del sector secundario (aumento de unas 7.00 personas, incluyendo la construcción) y el crecimiento del terciarios (unos 10.000 activos más), que por lo general, responde a un terciario inferior, no han sido capaces de equilibrar la fuerte disminución de los agrarios. El aumento porcentual del 17 al 31 por 100 en el secundario ye el 16 al 35 en el terciario esencialmente refleja la fuerte reducción de la población activa, toda ella procedente del campo.
Otros efectos se están produciendo en la provincia en estos años de emigración: importante disminución del número de explotaciones agrarias, cambio en la estructura de los cultivos, aumento de las tierras sin cultivas, modificaciones de la estructura de la propiedad, devaluación de la tierra, reducción de la actividad comercial, etc.
Hoy la corriente emigratoria parece haber perdido casi toda su intensidad; incluso asistimos al triste suceso de los retornos. Quizá otro ciclo de migraciones se haya cerrado. Pero estamos en un momento decisivo y estímulos para lograr fijar en sus poblaciones a los habitantes más jóvenes; de lo contrario, se extenderá e intensificará en Albacete la tendencia al crecimiento natural negativo. La crisis económica ha frenado la emigración, pero si no se consigue modificar las estructuras productivas dela provincia, si no se crea desarrollo y posibilidades de trabajo, la acumulación demográfica que se produzca en estos años de «crisis de la emigración» no será más que una etapa previa en un nuevo relanzamiento, que tendrá lugar cuando los centros de inmigración -tras la crisis económica- recuperen su capacidad de absorción. La provincia de Albacete continuaría siendo así, con ligeras fluctuaciones, una provincia emigrante.
BIBLIOGRAFÍA
Sánchez Sánchez, José: «Los movimientos migratorios en la provincia de Albacete». Papeles del Departamento de Geografía-7, Universidad d Murcia, 1979, p. 53-90,
Sánchez Sánchez, José: «Geografía de Albacete. Factores del desarrollo económico de la provincia y su evolución reciente. Instituto de Estudios Albacetenses, 1982, p. 139-157.