Periódicos y periodistas albacetenses. Por Isidro Sánchez Sánchez, artículo publicado en Boletín de Información «Cultural Albacete», septiembre de 1985 (número 19)
«Entre cierta clase de gentes, la lectura periódica es una necesidad como la de la corbata y el reloj»
Fermín Caballero
El poder evocado de las palabras es a veces tan grande que una frase bien construida, con los vocablos precios, es capaz por sí misma, en una pirueta de abstracción, de acercarnos al más complicado proceso histórico, de caracterizar a todo un sector social. Algo así sucede con la que encabeza este artículo referida a la prensa periódica y a su íntima relación con la burguesía. Fue escrita en 1869 por el periodista, geógrafo, historiador y político de Barajas de Melo.
Fermín Caballero nació el 7 de julio de 1800 y murió en 1876. Ello le permitió vivir una agitada e intensa etapa de nuestra historia, una fase conflictiva y revolucionaria del devenir peninsular que sirvió a la burguesía para controlar los poderes político y económico.
Ya en el período 1808-1833 se produjo, en opinión de Josep Fontana, las crisis del Antiguo Régimen y a ella no fueron ajenas la labor de las Cortes de Cádiz y la desarrollada durante el Trienio Constitucional. No obstante, las bases feudales de la sociedad española no caerían realmente hasta la década siguiente, después de la muerte del rey Fernando, es decir, en los años 1834-1843.
Caballero había demostrado durante el Trienio Liberal (1820-1823) combatividad, erudición y saberes geográficos al criticar documentalmente el Diccionario de Miñano. Sin embargo, debido a las ideas avanzadas que defendió y en las que creyó tuvo que exiliarse en dos ocasiones en Francia. Pero en los primeros años de la regencia de María Cristina encontramos a Caballero dirigiendo el diario Eco del Comercio, el más avezado paladín de las ideas burguesas, según lo ha calificado certeramente Juan Sisinio Pérez Garzón. Los cambios revolucionarios fueron sucediéndose de la mano de los liberales progresistas, enfrentados al carlismo, e incluso a los mismos moderados. Así llegaron desamortización, libertad de imprenta, reformas en la enseñanza y la administración, etc. En la cresta de la ola revolucionaria Caballero defiende las reformas con su pluma en la prensa, con su oratoria en las Cortes o con su acción política desde el cargo de ministro.
Después, en 1844, cuando empieza una fase de moderantismo político liberal, Caballero se retira a su pueblo natal y se preocupa de promocionar la enseñanza primaria y la agricultura, lejos de los círculos políticos de la Corte tan bien conocidos por él. En los últimos años de su vida escribe una obra sobre la historia de la prensa e imprenta conquenses y, consciente ya del triunfo del liberalismo, identifica en ella a la burguesía por su afición a la lectura de la prensa y por dos atributos externos de su indumentaria: el reloj y la corbata.
Cuando Fermín Caballero moría en 1876 se iniciaba en nuestro país una nueva fase histórica que Martínez Cuadrado ha identificado con la burguesía conservadora, consolidada ésta en el poder. Durante ella, la corrupción política y las injusticias sociales fueron la tónica general y, por ello, un sector progresista de la propia burguesía y organizaciones sindicales y políticas de carácter obrero inician un proceso encaminado a la consecución de reformas democráticas y reivindicaciones sociales, que desembocarían en la Segunda República y en nuestra última guerra civil.
Estas consideraciones previas sirven para ayudarnos a comprender cómo las clases medias, todavía poco importantes numéricamente en el período isabelino, fueron el soporte principal del sistema liberal en España. Aquéllas necesitaban difundir sus ideas para crear una opinión pública y por eso potenciaron en todo el país la creación de periódicos. Esa acción puede inducirnos a ver la prensa como un típico fenómeno burgués de la época contemporánea y al periódico concebido principalmente como vehículo difusor de ideas. Sólo después pasaría a ser considerado, en el marco de la segunda revolución industrial, como negocio comercial, llegando así a una fase superior de capitalismo informativo.
Veamos ahora, aunque sea brevemente, el desarrollo del periodismo en Albacete hasta nuestra última guerra civil y sus conexiones con la revolución y consolidación burguesas.
Albacete, una provincia muy “liberal”
El redactor de Boletín Oficial de la provincia de Albacete aseguraba contundentemente el 27 de febrero de 1835 que la nueva provincia era “sin disputa una de las más liberales y más afectas a la Reina”. Aparte del apasionamiento del periodista hay que convenir en que Albacete estuvo generalmente al lado del liberalismo, incluso del más progresista, como en los cruciales años de 1836, 1840, 1854 o 1868. Y es que la misma provincia se fundó en los inicios de la revolución liberal con territorios pertenecientes anteriormente a las de Murcia, Cuenca y La Mancha. Seguramente ello facilitó el hecho de que funcionarios plenamente identificados con la nueva situación ocuparan los principales cargos en la administración. Así puede deducirse, por ejemplo, de la clara línea liberal progresista defendida por los redactores del Boletín Oficial, partidarios decididos de la libertad de imprenta sin censura previa, defensores del periódico como medio para promover la afición “de todas las clases a la lectura e instrucción” o adictos incondicionales de la Milicia nacional.
Si en 1833 se formó la provincia de Albacete, al año siguiente se crearía una institución que iba a influir poderosamente en aquélla. Me refiero a la Audiencia. Lógicamente muchos de sus funcionarios serían decididos partidarios del nuevo sistema implantado, representado en aquellos momentos por el Estatuto Real y la Reina. Y si la audiencia influyó en la vida provincial, las publicaciones periódicas no iban a ser ajenas a su presencia. Así, aparte de la continua referencia en las páginas de la prensa a la actividad judicial, muchos abogados dirigirían periódicos o colaborarían en ellos.
Pero durante la década 1833-1843, en la que se produjo un cierto desarrollo de la clase media en la capital como resultado del afianzamiento administrativo liberal, la provincia no contó con otro órgano informativo que el citado Boletín. Por ello, en la primera etapa de edición, pueden encontrarse en sus páginas, además de las disposiciones y decretos oficiales, todo tipo de noticias y comentarios sobre la vida provincial. Los artículos doctrinales o ideológicos, casi siempre en la órbita del liberalismo, también tenían cabida en el Boletín. Incluso, en ocasiones, desde el mismo se animaba a crear otros periódicos en la ciudad.
No obstante, hasta 1841, no salió otra publicación. Tuvo corta vida, se llamó El Defensor del Pueblo y abrió el camino a una serie de títulos con una misma característica hasta 1868: el interés por evitar una clara definición política. Ello no significaba que sus páginas carecieran de dicho contenido político. Muy al contrario; aunque normalmente se definían como científicos y literarios, sus artículos destilaban en muchas ocasiones ideología. Un ejemplo lo tenemos en el decenario El Alba ya que, a pesar de declarar un carácter literario y científico, tenía una tendencia liberal y contraria al caciquismo.
Los hombres que hacían posible la edición de estos periódicos no se dedicaban exclusivamente al periodismo; tenían otra ocupación y, después, saciaban sus afanes literarios o políticos en las publicaciones periódicas. Algunos componentes de una primera generación “periodística” albacetense, independientemente de los que hacían desde 1833 el Boletín, fueron: José Ferreiro Peralta (dirigió El Alba en 1861), M. Agustín Príncipe, E. Pascual Genís, M. Martos Rubio, E. Escalante, Santiago Moreno Rey (director de La Crónica de Albacete en 1866), Gabriel Fernández, Roque García, Manuel del Palacio, Alfredo Gómez Zaragoza o Francisco Pérez Echevarría. La mayoría eran abogados, funcionarios o profesores de instituto.
También el instituto, creado en 1840, y la Escuela Normal, fundada en 1842, serían un semillero de periodistas- aficionados que llenarían las páginas de los periódicos con sus colaboraciones. Fueron, por tanto, junto a funcionarios y abogados, los que pusieron en marcha el fenómeno periodístico en Albacete.
Prensa y política en el sexenio revolucionario.
Ya se ha visto como hasta 1868 la prensa política genuina prácticamente no existió en Albacete. Pero durante el sexenio 1868-1874, en que se produjo el último aldabonazo revolucionario de una burguesía en ascenso, aquélla hizo su irrupción con fuerza en la provincia. Fundamentalmente salieron periódicos republicanos y liberales. Entre los primeros destacaron El Independiente (1868-69); El Cartón Manchego (1870); y El Debate (1871-73), democrático-republicano-federal y primer diario de los que se publicarían en la provincia. De los segundos pueden citarse El Farol (1868-69); La unidad Liberal (1868); El Oriente (1869); y La Tertulia de Albacete, trisemanario radical progresista publicado en 1872.
Un hecho significativo para comprender el carácter más avanzado de Albacete puede ser la no publicación de periódicos carlistas. Salieron en muchas provincias españolas durante los años del sexenio y desde luego en las provincias limítrofes de Cuenca y Ciudad Real. El más cercano a dicha tendencia fue el semanario católico-conservador La Musa. Aunque la redacción del mismo, quizá demasiado influida por la situación creada en septiembre de 1868, saludaba el 4 de octubre “al nuevo modo de ser ibero” y recomendaba gozar de su triunfo a los “descendientes de Padilla y Maldonado, Florida Blanca y Campomanes, de Argüelles y Muñoz Torrero, de Mendizábal y Carlos Asensio, y dar sobre todo al olvido á esa señora, que al marchar al ostracismo, llevará el remordimiento amargo y cruel de haberos podido hacer felices y sin embargo os ha causado tantas lágrimas y tantas víctimas sangrientas…”
Incluso, una vez perfilado el triunfo de los realistas sobre los republicanos en las elecciones de 1869, los redactores manifestaban su predilección “hoy por hoy” hacia un rey liberal.
Algunos de los hombres que desarrollaron la actividad periodística de Albacete en los agitados años del Sexenio fueron: José Moreno de Celis, Santos Jorreto Heredia, Juan de Dios Ibáñez, Antonio Solance, Felipe Borrás y Méndez, Enrique Díaz Moreno, Antonio Rentero Villota, Domingo Aguado, Esteban Macrach, Leopoldo Pardo, José Marín Ordóñez, Rafael Serrano Alcázar, Valentín Jiménez, Mariano del Todo Herrero… Continúan siendo funcionarios, abogados, profesores de instituto y maestros los ocupados, ahora más politizados, en llevar el peso de la prensa albacetense.
El periodismo albacetense en la época del turismo político.
Durante el largo período de la Restauración (1875-1923) la vida política de la provincia estuvo presidida por las victorias alternativas de liberales y conservadores en las sucesivas elecciones. A un triunfo de los primeros seguía otro de los segundos con precisión matemática. Unos y otros representaban a la burguesía triunfante, consolidada y conservadora, lejos de cualquier veleidad revolucionaria. Puede decirse que el sistema de turno de partidos funcionó a la perfección en la provincia, tanto con la modalidad de voto censitario (sólo tenían derecho a votar los mayores contribuyentes o las personas con un determinado nivel cultural avalado por título oficial), como con el sufragio universal masculino desde 1890. Y ello porque el sistema electoral estaba basado en una estructura caciquil que aseguraba la victoria, a veces con la intervención del mismo gobernador, a un grupo u otro. Benito Sanz Díaz ha estudiado el caso de los Ochando en el partido judicial de Casas Ibáñez, pero la situación fue similar en otras zonas.
Sin embargo, la realidad política provincial fue más compleja que la reflejada en los resultados electorales y la prensa de la época muestra una mayor diversidad. A los periódicos liberales o conservadores hay que sumar otros de carácter republicano y socialista.
Hacia la creación de la Asociación de la Prensa
Después de los agitados años del Sexenio Revolucionario hubo una pausa en la creación de nuevos periódicos hasta 1879. En dicho año apareció La Democracia, continuada por La Unión Democrática de Albacete, que bajo la dirección del abogado y político Octavio Cuartero Cifuentes tuvo un carácter republicano. En el mismo año se fundó El Albacetense, periódico conservador encabezado por Ricardo Castro. Por otra parte, en 1881 comenzaba su publicación La Libertad, periódico liberal ochandista dirigido por José Moreno de Celis. Con la edición de estos títulos se iniciaban tres líneas político-periodísticas mantenidas durante toda la Restauración. Las tres sufrirían los mismos avatares, polémicas y divisiones que lo grupos políticos inspiradores.
Normalmente los periódicos creados en Albacete pretendían tener un ámbito provincial, pero en los últimos veinticinco años del siglo XIX diversas localidades de la provincia contarían también con alguna publicación periódica. Hellín tuvo prensa propia desde 1876, La Roda desde 1892 y Almansa a partir del año 1895. Las tres poblaciones, junto a Villarrobledo (el primer periódico de dicha localidad apareció en 1904), desarrollarían, además de la capital, una vida periodística reseñable. La provincia seguía siendo eminentemente agrícola, con unas clases medias casi inexistentes, excepto en Albacete donde tenían influencia cualitativa importante y, en menos medida, en los cuatro municipios señalados.
Los hombres que hacían posible la existencia de la prensa continuaban siendo representantes de la citadas clases medias, fundamentalmente abogados. Estos dirigían, eran redactores o colaboraban en diversos periódicos, con ideología republicana, conservadora o liberal y, en ocasiones, de carácter literario o festivo. Algunos representantes de toda una generación de abogados que se dedicaron a los quehaceres periodísticos en aquellos años fueron: Rafael Aguado Valcárcel, Manuel Alcaraz y González Zamorano, Licinio Cuartero Cifuentes, Antonio Dusac Sánchez, Luis García Herráiz, Juan García Más, Atanasio Gil Tortosa, Antonio Gotor, José Jiménez Arribas, Ramón Martínez Falero, Pedro Nolasco Pérez-Dusac, Joaquín Quijada Valdivieso, Abelardo Sánchez García, Agustín Villar Massó o Dionisio Yáñez Sánchez.
La prensa albaceteña había evolucionado cualitativa y cuantitativamente de una manera ininterrumpida desde 1879. Como ejemplo ilustrativo se puede citar la situación en los primeros meses de 1898. Independientemente de otras publicaciones de periodicidad diversa, salían en la ciudad cinco diarios: El Diario de Albacete, fundado en 1882 por el impresor Luciano Ruiz y López, con una línea filo liberal en aquel año; Defensor de Albacete, creado como semanario en 1896 por el abogado y político Juan García Más y diario conservador oficialista en 1898; la Vanguardia, diario republicano que se publicó entre 1897 y 1903; Eco de Albacete, afecto al diputado a Cortes por la provincia Tesifonte Gallego y partidario del liberalismo más democrático, representado entonces por Canalejas; y el Porvenir, del partido conservador pero en línea con la facción que capitaneaba Silvela.
A pesar del variado y rico panorama que la prensa albacetense presentaba a finales de siglo no se debe caer en el error de valorar en exceso la incidencia de los periódicos en la sociedad de la época. Si estos eran escritos y editados generalmente por personas de las clases medias, entre ellas encontraban también su público lector. La mayoría de la población y a pesar del interés que la burguesía mostró siempre por la ilustración y la enseñanza, no sabía leer ni escribir. Claro que, como decía Rafael Altamira, la preocupación por la educación y la cultura había sido en las clases directoras del país más aparente que real, dadas las ridículas cifras dedicadas en los presupuestos del Estado a cuestión tan importante.
Los censos de población proporcionan unos estremecedores datos sobre el analfabetismo. En la provincia de Albacete no sabía leer ni escribir en 1860 el 85% de la población. Veintisiete años más tarde en 1887 el porcentaje se había reducido solo al 80%; en 1900 había bajado hasta el 77,5%; y en 1930 era todavía del 60%. La situación en la capital era mejor pero las cifras muestran claramente el reducido público lector potencial de la prensa.
De todas formas la prensa albacetense conocía un buen momento a principios del siglo XX, sobre todo en la capital, y eran muchas las personas dedicadas a fomentar el fenómeno periodístico. Consecuencia lógica fue el nacimiento de la Asociación de la Prensa siguiendo el modelo de la asociación fundada por los periodistas madrileños en 1895.
El periodismo albacetense desde la época del regeneracionismo hasta la guerra civil
Después de las pérdidas coloniales en 1898 se desarrolló en el país un sentimiento regeneracionista importante que se detecta en las páginas de los periódicos. Albacete encarnó de manera aceptable dicho sentimiento pues tuvo, como ha dicho Miguel Panadero, un primer tercio de siglo esplendoroso. La ciudad conoció un resurgir económico importante que se tradujo en diversas obras de infraestructura. Además de la capital, Almansa y Hellín contaron en aquellos años con cierta actividad económica.
La prensa, una vez más sería el reflejo de la situación socioeconómica y tendría un desarrollo cuantitativo y cualitativo considerable. Siguieron publicándose los dos diarios tradicionales (El Diario y el Defensor) y salieron otros muchos títulos de carácter político o profesional, informativo o literario, con mayor o menor fortuna, mejor o peor elaboración, con vida efímera o más dilatada.
Pero ¿cuál era la situación de los periodistas de la época? A nivel nacional, según el abogado y periodista Rafael Mainar, lo mismo servían para “un barrido que para un fregado” es decir, tenían que escribir un artículo, una revista de toros, una necrología… Es cierto que en el periodismo existían especialidades pero como las plantillas y las pesetas no daban para más los especialistas escaseaban en las redacciones.
Si esto ocurría en periódicos importantes, de tirada nacional, es fácil imaginar la situación en la prensa albacetense. Los pocos directores o redactores que ejercían exclusivamente la profesión periodística realizaban todo tipo de funciones en el periódico. Como la retribución era escasa tenían que sobrevivir a base de continuas colaboraciones en la prensa provincial y de corresponsalías en la de ámbito nacional. Hay que tener en cuenta que sólo en contados casos se configuraron empresas periodísticas con base económica aceptable. La mayoría de las publicaciones periódicas aparecían con muy pocos medios tanto materiales como humanos, y solo la decidida voluntad de sus promotores hacía que el proyecto cuajara. Dicha situación ayuda a comprender la azarosa vida de algunos periódicos o la efímera existencia de muchos de ellos.
El resto de los periodistas, o sea la mayoría, laboraba en la prensa con un fin político determinado o meramente cultural, pero como afición independiente a su trabajo habitual. Durante el primer tercio de siglo los abogados siguieron constituyendo el grupo más numeroso de periodistas-vocacionales-aficionados. Mantuvieron ambas dedicaciones personas como Alfredo Atienza Carrasco, Ramón García Quijada, Matías Gotor Perier, Eleazar Huerta Valcárcel, Maximiliano Martínez Moreno, Alfredo Moreno García, Issac Artemio Precioso García, Eduardo Quijada Pérez, Rafael Quijada Serrano, Juan Silvestre Miñana o Francisco Vergara Royo. Ellos, y algunos abogados más, escribieron brillantes páginas en la historia del periodismo provincial.
Otro grupo importante en este período fue el de los maestros. Su presencia en el mundillo de la prensa fue constante y se puede recordar nombres como los de Antonio Andújar Balsalobre, Francisco Andujar Valenciano, Francisco Belmonte López, Ramón Castellanos Villoldo, Ricardo Cerro González, Emilio Cifuentes Sánchez, José Conde García, Francisco Díez García, Eleazar Huerta Puche, Angel Martínez Zapater, Amado Ortiz Jiménez, Aurelio Ruiz Alcaraz o Arturo Silva Castro.
El estadio de la prensa provincial se vio enriquecido también por la acción de los impresores. Nombres como los de Facundo Albuger Flores, Edmundo Costillo Marín, José Crispín, Francisco de la Encarnación, Juan Garro, José Martínez Lahiguera, José Ruiz del Castillo, Eliseo Ruiz Rosell o Enrique Ruiz Rosell aparecieron con frecuencia en las realizaciones periodísticas de la época.
Aparte de abogados, maestros e impresores, los más numerosos, se puede hallar también entre los periodistas albacetenses de aquellos años a funcionarios, profesores de instituto y de magisterio, veterinarios, pintores, militares, peritos agrícolas, farmacéuticos, corredores de comercio, ingenieros de minas, músicos, médicos, sacerdotes, etc.
Periodistas de dispares procedencias profesionales, diversas ideologías, variados niveles económicos y pertenecientes a diferentes generaciones confluyeron, no obstante, en la Asociación de la Prensa, que se constituyó a comienzos del siglo XX en Albacete. Se puede analizar la composición, sólo como ejemplo, de la junta directiva que funcionó durante el año 1909. Era presidente Juan García Más, político conservador, fundador y propietario del Defensor de Albacete, que vendería en 1909, y comprador, después, del otro gran diario albacetense (El Diario de Albacete) que controló hasta 1927. Como vicepresidente figuraba José Moreno Celis, director durante el Sexenio Revolucionario del semanario católico conservador La Musa. El interventor era Francisco Franco Fernández; dirigió en 1894 el semanario titulado El Domingo Alegre y fue un genuino periodista que colaboró asiduamente en la prensa provincial además de ser redactor durante muchos años del Defensor de Albacete. Las cuestiones económicas de la asociación estaban a cargo de Eligio Martínez García, director de El Baluarte y El Radical, ambos semanarios republicanos de principios de siglo. Como secretario actuaba Abraham Ruiz Alcaraz, hombre conservador, asiduo colaborador en la prensa provincial y corresponsal de diversos periódicos nacionales. Y como vocales figuraban: Prudencio Moreno Ramírez, maestro, propietario y director durante muchos años del Escolar Albacetense; Ramón Martínez – Falero y Monsalve, abogado y colaborados de prensa; Silvio Quílez Cano, licenciado en Filosofía y Letras, bibliotecario y colaborador de prensa; y Julio Serna González, maestro, republicano y director a comienzos de siglo de La Opinión Republicana y El Radical.
Hasta 1912 la Asociación funcionó con cierta regularidad, pero después de ese año su actividad se convirtió en azarosa, languideciendo su vida en los años siguientes hasta la desaparición hacia 1916. Y resulta curioso, pues en estos años la prensa continuaba su pujanza con mayor diversidad si cabe, dado que a los periódicos republicanos, liberales y conservadores se había unido desde 1915 un semanario socialista dirigido por Antonio de Solís y titulado El 13. y, además, las tres líneas periodísticas más importantes durante la Restauración se dividían, como los grupos políticos inspiradores, en banderías o facciones mostrando su fidelidad a camarillas o personas determinadas. Los conservadores se fraccionaban en mauristas, datistas o ciervistas; los liberales eran partidarios de Romanones, García Prieto o Alba. Incluso los republicanos seguían divididos entres las líneas de Lerroux y Marcelino Domingo o la posibilista de Melquíades Álvarez. Casi todos estos grupos políticos tuvieron sus periódicos en Albacete. Esta compleja situación política tuvo como resultado que la legítima y necesaria polémica periodística se convirtiera a menudo en agritos y ásperos ataque personales. El ocasiones el lenguaje periodístico era contundente e, incluso, “sucio”. Un ejemplo puede mostrar mejor la situación. Así daba el semanario maurista El Reflector (23-3-1916) la noticia, en su sección “A pleno foco”, de la salida de un periódico conservador:
“En papel sin satinar, con ocho páginas y tres columnas, ha aparecido el miércoles pasado el semanario La Opinión, órgano en la provincia de la política putrefacta de D. Gabriel Lodares. Hace tiempo que quería tener un papel el señor Lodares o, dicho sea en castellano, quería inspirar un periódico; para ello estuvo en negociaciones con algunos periodistas de la Corte que conspiraron como era natural contra su bolsillo; hoy, cuando el hombre de Tebar no puede resignarse a ser palo de gallinero, aparece este semanario para seguir la breve y funesta historia de El 13. El Radical de Albacete, Democracia Conservadora y otras cloacas por el estilo”.
En este ambiente resulta difícil que lo periodistas se reuniesen en asociación, aunque fuera para defender sus intereses gremiales. A veces se llegaba incluso al ataque físico. La Lucha (8-10-1921) proporcionaba la noticia, por ejemplo, de la agresión que sufrió su editor, el impresor Facundo Albuger Flores, por parte de un acalorado individuo llamado Juan Manuel, hijo del entonces alcalde de Albacete Gervasio Fernández Martínez. Al parecer, la campaña que el semanario de Albuger desarrollaba contra el ayuntamiento tuvo como consecuencia la citada acometida y La Lucha encabezaba su información (un ejemplo más del lenguaje periodístico de la época) con el titular “El último chulo”, haciendo referencia a Juan Manuel Fernández.
A pesar de hechos como el señalado, algunos periodistas seguían realizando llamamientos para la constitución, otra vez, de la Asociación de la Prensa. Sin embargo, la nueva Asociación no se formaría hasta agosto de 1931 quedando configurada así:
Presidente: Tomás Serna González
Vicepresidente: Ernesto Martínez Tebar
Tesorero: Eduardo Quijada Pérez
Contador: Guillermo Fernández Mascaraque
Secretario: Emilio Cifuentes Sánchez
Vocal 1. º: Francisco del Campo Aguilar
Vocal 2. º: Victorio Montes y Martí
Eran los agitados años de la Segunda República y la prensa albacetense vivía otro período de intensidad política. La mayoría de los grupos dieron a la luz pública su propio órgano de expresión y la polémica se desarrollaba de manera importante. En las páginas de los periódicos del período republicano se puede encontrar, además de los nombres citados en la constitución de la nueva Asociación de la Prensa, otros muchos como el de Luis Cañamanes Moreno, Ricardo Cerro González, Matías Gotor y Perier, Eleazar Huerta Valcárcel, José Martínez Moreno, Demetrio Nalda, Enrique Navarro, Mariano Regidor Pradel, Francisco Picazo Martínez, Manuel Prats Espinosa, Antonio Sánchez Martínez, José S. Serna Pérez, José Sevilla Lodares o Manuel Silvestre García.
Durante la Guerra Civil El Diario de Albacete siguió editándose pero como órgano de la Unificación Marxista. También el Defensor de Albacete siguió saliendo como diario de los partidos republicanos de la provincia. Sin embargo, lo más destacado del período fue la aparición de la prensa anarquista y comunista, inexistente hasta entonces en Albacete.
Personas como Aurora Arnáiz, Martínez Requena, Antonio Sánchez Martínez, Arturo Silva Castro o Juan Varea Trujillo, además de otras de etapas anteriores, continuaron haciendo prensa dentro de un periodismo de urgencia, combativo e ideologizado.