La arqueología en la provincia de Albacete. Por Rubí Sanz Gamo, artículo publicado en Boletín de Información «Cultural Albacete», octubre de 1984 (número 9)

Las primeras noticias sobre hallazgos arqueológicos en la provincia de Albacete datan de 1749, cuando el Canónigo Lozano se refiere a algunos lugares tales como illunum, giomala, etc., dentro de interés erudito despertado en ese siglo, en el que Alcubierre inicia la excavaciones de Pompeya y Winkelmann contribuye poderosamente al conocimiento de la arqueología.

En el siglo XIX las referencias se multiplican, tanto por parte de Cea Bermúdez o de Madoz, como por parte de eruditos locales, como Roa y Erostarbe. Junto a ellos, la creación de la Comisión Provincial de Monumentos interesa en el tema no sólo a los miembros de dicha comisión, sino a municipios y particulares. En ese siglo, además de importantes hallazgos, como el de la denominada Bicha de Balazote, comienzan las primeras investigaciones sobre el Cerro de los Santos en Montealegre del Castillo, aún hoy no concluidas.

El descubrimiento a principios del siglo XX de los abrigos con pinturas rupestres de Alpera y Minateda va a desplazar a la provincia a numerosos arqueólogos atraídos por las posibilidades que en el campo de la investigación arqueológica ofrecía. Sin embargo, hemos de lamentar el hecho de que la investigación se haya limitado, tradicionalmente, a determinados yacimientos y monumentos culturales, por lo que a pesar de conocerse la existencia de más de dos centenares de yacimientos arqueológicos, el estudio de los mismos queda limitado a unos pocos.

Remontándonos a la prehistoria, los únicos restos faunísticos pleistocénicos, bien conocidos, son los ejemplares de molares pertenecientes al «mammuthus armeniacus» hallados en los areneros de Fuensanta, así como algunos restos de cornamenta de «cervus elaphus» de procedencia desconocida, depositados ambos en una vitrina del Museos de Albacete. Las distintas secuencias de industrias paleolíticas están aún mal definidas. Al Paleolítico Inferior parecen pertenecer algunos útiles sobre cuarcita, presentados recientemente en el Congreso de Historia de Albacete hallado en La Fuente (Hellín), y con algunos caracteres atípicos.

Al paleolítico Medio adscribió Breuil, en 1928, algunas industrias clasificadas como musterienses, procedentes del CAnalizo del Rayo, en Minateda. Finalmente, al Paleolítico Superior pertenece el complejo de industrias microlíticas halladas en la Cueva del Niño (Ayna) por Higgs, Davidson y Bernaldo de Quirós, estando aún pendiente de publicación la memoria correspondiente a la excavación.

Es posible la existencia de otros yacimientos paleolíticos que habránd e localizarse, bien en algunas de las terrazas del Júcar (areneros de Fuensanta y Valdeganga), bien en zonas más occidentales próximas a los cauces actuales de los ríos Córcoles y Guadiana, bien en el área suroriental de la provincia como lugares preferentes. Hasta ahora, con los escasísimos datos existentes, tan sólo podemos constatar la presencia de un ser inteligente en los lugares ya citados en Minateda y Ayna y la existencia de un posible hábitat en cuevas en este último lugar.

Aquí, en 1972, se descubrieron algunas pinturas rupestres en el interior y que por sus características técnicas y estilísticas pertencen al período paleolítico (figuras de ciervos, cápridos y un équido aislados; naturalismo; uso de la perspectiva torcida…). Almagro Gorbea las sitúa culturalmente a finales del Solutrense o en el Magdaleniense, cronología que vendría a confirmarse por la presencia de los útiles microlíticos realizados sobre lascas a los que aludíamos anteriormente.

Frente a la denominación del Mesolítico o Epipaleolítico, términos utilizados para definir el amplio espacio cronológico situado entre el Paleolítico y el Neolítico, preferimos la denominación de Postpaleolítico al responder mejor, desde el punto de vista cultural, a la secuencia a la que ahora nos referimos. Pese a que las condiciones climáticas sufren una importantísima variación (paso del Pleistoceno al Holoceno, retirada de los hielos), tanto el tipo humano –derivado de las razas de Cro-Magnon, Grimaldi, etc.– como su economía depredadora, el nomadismo, y el empleo de útiles de silex evolucionados, siguen siendo esencialmente similares a los de las últimas fases del Paleolítico.

Y sólo lentamente son introducidos nuevos avances en la forma de vivir o en las industrias utilizadas.

Ese enlace aparece cada vez más claro a la luz de las últimas investigaciones. Si bien no han sido hallado aún en nuestra área geográfica yacimientos claramente identificables como postpaleolíticos, sí existen en cambio testimonios de un valor incalculable de cómo debió ser la vida de aquellos hombres a través del Arte Rupestre Levantino, especialmente de aquellos hombres a través del Arte Rupestre Levantino, especialmente representado en la provincia de Albacete en los abrigos ya clásicos de Alpera y Minateda, a los que añadir los descubiertos en toda la zona de Nerpio, en Socovos, e incluso en Ayna a la entrada de la Cueva del Niño.

Si yacimientos como el valenciano de la cueva de la Cocina (Navarrés) han permitido conocer un importante complejo de industrias líticas de este período, los abrigos con pinturas rupestres permiten aproximarnos a determinados aspectos etnológicos al mostrarnos no sólo escenas de caza, lucha, danza, etc., sino, incluso, variedades étnicas o tribales entre distintos grupos humanos.

El gran friso de Minateda muestra grandes figuras de animales (toros y caballos) aislados, con caracteres que recuerdan a los del arte paleolítico, con el que posiblemente sirvan de enlace según intuyó ya Breuil, y según parecen confirmar recientes investigaciones. Junto a ellos, numerosas escenas de caza llenan todo el conjunto, e incluso se enriquece con la entrañable imagen familiar de una mujer con un niño de la mano.

Este carácter de lo cotidiano se encuentra también en figuras de la Cueva de la Vieja, en Alpera, donde aparecen dos mujeres al parecer conversando donde un personaje emplumado y ricamente adornado –para algunos un sahaman o especie de brujo– parece presidir el conjunto. Escenas similares podemos observar en el resto de abrigos con pinturas rupestres.

Hay además muchos otros aspectos que observar: las mujeres vestían largas faldas acampanadas. llevaban los pechos descubiertos y realzaban sus cabezas con cintas o diademas, tal y como podemos ver en Alpera. Los hombres se adornaban con brazaletes, jarreteras y en algunos casos con tocados de plumas. Disparan lanzas o flechas con diferentes tipos de arcos o realizan diversas labores.

¿Quiénes fueron y de dónde venían estos hombres?

La respuesta sigue siendo una incógnita.

Muchos se inclinan por una procedencia norteafricana. Se establecieron en todo el cordón montañoso del Levante español, allá donde la abundancia de agua y la existencia de vegetación propiciaban la vida animal y la del hombre cazador. Durante milenios se movieron pro estas tierras y fueron adquiriendo nuevos conocimientos, como la domesticación de animales (perro de Minateda), la recolección («colmenero» de Bicorp, VAlencia) o más adelante el trabajo en el capo y el paso, por tanto, de una economía depredadora a otra productora, del nomadismo al sedentarismo.

La larga perduración de estas pinturas queda patente en las superposiciones de figuras con tamaños, colores y estilos completamente distintos. Breuil diferenció trece estilos distintos en Minateda, hoy en revisión.

En Alpera encontramos figuras naturalistas junto a otas esquemáticas. En Nerpio volvemos encontrar esa disparidad de estilos hasta llega a abrigos como el denominado de los Ídolos, encuadrable cronológicamente en la edad del Bronce por similitud con decoraciones de vasijas y plaquetas de piedra con representaciones de este tipo.

Las cuatro fases establecidas por Beltrán Martínez y Ripoll Perelló en torno al arte Rupestre Levantino abarcan desde finales del Paleolítico hasta la edad del Bronce un período cronológico demasiado amplio durante el cual el hombre sigue conservando una misma tradición: la de representarse él y sus semejantes en unos abrigos rocosos a los que, posiblemente, dio carácter de santuario.

Si hasta aquí los datos son ciertamente imprecisos, se oscurecen todavía más cuando nos adentramos en el Neolítico. En la provincia de Albacete no se ha excavado ningún yacimiento perteneciente a esta cultura, y, por ende, los restos materiales son escasos y siempre corresponden a hallazgos aislados, sin ningún contexto que los arrope.

A un hábitat o quizás enterramientos en cuevas han de corresponder los dos únicos ejemplares de cerámica rescatados hasta ahora; las vasijas de la Cueva del Niño (Ayna) y de la cueva Santa de Caudete.

La primera es una vasija en forma de botella, base redondeada, y decoración incisa formando motivos geométricos en la panza. La segunda corresponde a un cuenco también de base redondeada, dos asas y decoración realizada a base de imprimir sobre la barro blando una concha marina (cardial).

Por el lugar de los hallazgos, y el tipo de decoración, habrán de relacionarse respectivamente con el Neolítico andaluz y levantino.

Abundan, por otra parte, los hallazgos de industrias de piedra pulimentada, llamadas vulgarmente hachas de mano o «piedras rayo» y que corresponde a azuelas hachas, etc. según tamaño y forma. A pesar del ejemplar de Carcelén, se localizan preferentemente en diversos puntos de la Sierra de Alcaraz (Alcaraz, Bienservida, Povedilla, Peñascosa…), donde debieron existir algunos núcleos de hábitat.

Más abundantes son los hallazgos de la Edad del Bronce en la provincia de Albacete, y su localización más precisa. Durante los primeros momentos de investigación sobre este aspecto de nuestra prehistoria, se adscribían sistemáticamente todos los hallazgos a la cultura del Argar, una de las mejor conocidas. Desde hace unos pocos años los conceptos han variado sustancialmente.

Suya es la estructura sepulcral de la Peñuela, de tipo megalítico según su excavador Sánchez Jiménez, nos remonta inicialmente, a la primera etapa de la Edad del Bronce, reciente investigaciones permiten precisar más sobre le Bronce Medio, gracias a las excavaciones llevadas a cabo por C. Martín Morales en la Morra del Quintanar (Munera), así como al hallazgo de nuevos yacimientos.

Estas morras han de compararse, estructuralmente, a las denominadas motillas de la provincia de ciudad Real, a cuyo horizonte cultural pertenecen, contemporáneas, además, a las denominadas culturas del Argar en el SE, y Cultura del Bronce Valenciano.

A este tipo de asentamientos corresponden la morra de Quintanar, quizás la de Pétrola recientemente excavada por J.I. Pellón, y posiblmente algunas otras como el Cerro Pelado de Cenizate.

Otros asentamientos, d tipo lacustre, según Martínez Santaolalla (1946), son los que se encuentran en zonas pantanosas como Acequión.

Los materiales cerámicos más abundantes de los hallados en la provincia de Albacete corresponden a cuencos — algunos carenados– de base semiesférica y escasa decoración; grandes urnas de enterramiento de mala fractura en general, algunas queseras (Morra del Quintanar), etc.

La industria lítica presenta bastantes útiles de silex relacionables, fundamentalmente, con el trabajo agrícola, alguna punta de flecha de silex (El Amarejo), brazaletes de arquero de piedra (Dehesa de los Caracolares) botones con perforación en V (Morra del Quintanar) y dos piezas excepcionales: los martillos de la morra de Berli, cuya tipología se relaciona con la extracción del mineral.

Abundan, por otra parte, los molinos de mano barquiformes, localizados en diferentes puntos de la provincia.

Escasean los objetos metálicos, que quedan reducidos a algunas armas, por lo demás, excepcionales en yacimientos albaceteños; la punta flecha tipo Palmela, procedente de Casas de Ves, la de aletas y pedúnculo de Arrocinejos, un puñal de la Dehesa de los Caracoles, una hacha de talón de Paterna del Madera, y poco más.

Finalmente, objetos de adorno han sido hallado en El Amarejo (Bonete) y Los Mercadillos (Pozo Cañada), donde se encontró un collar de conchas indudablemente ruto del comercio.
En relación con este último, mencionaremos algunas áreas de localización preferente –también las más prospectada– en torno a los términos de Munera y Barrax, al W, a la cuenca del Júcar al NE, a la laguna de Pétrola y Corredor de Almansa al E, y comarca de Hellín al SE, la mayoría de ellos situados junto a vías de comunicación naturales o en zonas de especial riqueza agrícola.

Se ha podido constatar en diferentes yacimientos (El Amarejo, Berli) asentamientos de la Edad del Bronce, que posteriormente se iberizan una vez asimilados los influjos culturales llegados a la Península desde lo inicios del primer milenio antes de C., y que en torno al siglo VII a. C. han debido penetrar ya en la Meseta.

Dicha asimilación habría dado como resultado, en fecha tan temprana como es el siglo VI a. C. y según investigaciones de Almagro Gobea, la presencia de elementos orientalizantes en Pozo Moro (Chinchilla) y el Macalón (Nerpio) formando parte integrante de los pueblos ibéricos.

A pesar de las excavaciones llevadas a cabo en la provincia en torno a diferentes yacimientos ibéricos, como el Cerro de los Santos y LLano de la Consolación en Montealegre del Castillo, Hoya de Santa Ana en Tobarra, el Tolmo en Hellín, el Macalón en Nerpio, el Amarejo en Bonete y los Villares y el Camino de la Cruz en Hoya Gonzalo, abarcando diversas áreas geográficas, desconocemos qué pueblos ibéricos habitaron esta zona. Al sur y hasta la vía Heráclea es posible se establecieran los Bastetanos; al Este es posible que los Contestanos, al menos los yacimientos más orientales quedarían bajo su influencia, y que no sabemos aún si llegaría a sobrepasar el Júcar, desconociéndose aún por falta de hallazgo quiénes se situarían en el occidente de nuestra provincia.

Hasta el momento se han descubierto diversos asentamientos urbanos situados todos ellos en elevaciones, más o menos prominentes, dominando un amplio espacio geográfico. estos poblados de carácter eminentemente defensivo son los del Macalón, cuya excavación realizó M.A. García Guinea, financiada pro la Excma. Diputación de Albacete, donde se hallaron amplios lienzos de muralla.

El Amarejo, recientemente excavado por S. Broncano, donde puede apreciarse la estructura urbana a base de casas rectangulares, de cimientos de piedra y muros de adobe. Y el Tolmo de Minateda, excavado por Sánchez Jiménez, con impresionantes defensas naturales y en el que aún pueden apreciarse aljibes y plantas de viviendas semiexcavadas en la roca.

A partir de los siglos II-I a. C., cuando la paz romana había llegado a estas tierras y el poderío del invasor hacía inútil las fortificaciones, los asentamientos ibéricos baja a zonas llanas y poco a poco se van romanizando. Al menos ésa es la impresión que, en principio, parecen dar numerosos yacimientos extendidos por toda la provincia.

Ignoramos aún la situación del núcleo urbano que debió encontrase próximo al santuario del Cerro de los Santos y a la necrópolis del Llano de la consolación. El cerro, uno de los más ricos yacimientos ibéricos peninsulares por la gran cantidad de esculturas que ha proporcionado viene siendo objetivo y punto de mira de numerosos arqueólogos desde que se hicieron los primeros descubrimientos en el siglo XIX.

Desgraciadamente, la fuerte erosión a que ha sido sometido así como la presencia de numerosos «buscadores de tesoros», han provocado su practica desaparición y hoy solamente un monolito permanece como testigo de su grandeza pasada.

García y Bellido describió el edificio del templo como una construcción de influencia clásica: rectangular, con columnas a la entrada del mismo que irían coronadas por capiteles de influencia jónica. pero nada de ello queda, y el Museo de Albacete sólo conserva algunos elementos decorativos arquitectónicos procedentes del El tolmo y que debieron coronar algún edificio singular hoy desconocido.

Próxima al Cerro, la necrópolis del Llano de la Consolación ha proporcionado un buen número de sepulturas de incineración, algunas con cerámicas áticas del siglo IV a. C. formando parte de los ajuares funerarios, así como otros importantes elementos; la cabeza de guerrero del Museo de Albacete, el relieve con el domador de caballos, y el plomo escrito, publicado recientemente por Fletcher Valls y que se conserva en el Museo de Valencia.

Otras necrópolis importantes son las de Hoya de Santa Ana (Tobarra), con más de trescientas sepulturas excavadas por Sánchez Jiménez y con riquísimos ajuares. La de Los Villares en Hoya Gonzalo, en proceso de excavación por J. Blánquez, y con sepulturas de estructura tumular.

Y la de la Casa del Monte (Valdeganga), cuyos materiales se encuentran también en Valencia, también con estructuras tumulares y objetos de tipo céltico en los ajuares. Sin embargo, la necrópolis más singular es la de Pozo Moro, cuya excavación fue iniciada por S. de los Santos y finalizada por Almagro Gorbea. Su singularidad estriba en el hallazgo de un monumento turriforme funerario, decorado con esculturas y relieves de iconografía relacionada con creencias orientales, y que debió levantarse en torno al siglo VI a. C.

El descubrimiento de Pozo Moro ha puesto de relieve, una vez más, el problema de la función arquitectónica, que indudablemente debían tener algunas otras esculturas halladas en la provincia de Albacete, y que en realidad son grandes sillares esculpidos con representaciones antropomorfas tomadas de la mitología clásica. Una de ellas es la esfinge de Haches (Bogarra), cuya estructura cúbica y visión frontal la acercan más a un altorrelieve.

Representa la mítica figura con garras de león, cuerpo de ave y cabeza de mujer, donde la sonrisa arcaica de sus labios, ye l tranzado de su pelo recuerdan a las korai de la escultura griega. La segunda, es la escultura conocida como la Bicha de balazote, de cabeza humana barbada y cuerpo de toro. Su significado ha sido relacionado con el Aqueloo griego, o con una escultura apotropaica. Ambas se fechan en el siglo V a C.

En relación con cultos y creencias locales han de situarse otros ejemplares de escultura animalista ibérica encontrados en la provincia. La importancia que entre el pueblo ibérico tuvo el culto al toro queda reflejada en las numerosas representaciones existentes deeste animal, uno de cuyos ejemplares más bellos es la cabeza de toro procedente de Caudete (Museo de Albacete).

La cierva hallada en el mismo lugar, tristemente mutilada en fechas recientes, tuvo también un especial un especial significado para los íberos; a su carácter sicopompo hay que añadir la creencia de su presencia como signo e buen augurio, tal y como queda reflejado en el célebre pasaje de la cierva de Sertorio narrado por Plutarco. De significado aún oscuro es el León de Bienservida, portando entre sus patas una cabeza masculina barbada y que posiblemente represente la protección de la tumba de algún importante personaje.

Capítulo aparte constituye la escultura humana, ampliamente representada a través de los hallazgos del Cerro de los Santos, que nos permite conocer, además de variados aspectos artísticos, el vestido y el adorno ibérico, tanto del hombre como de la mujer.

A las esculturas proporcionadas por tan prolijo yacimiento, se suman las halladas en el Tolmo, o el fragmento de torácato (guerrero ataviado con coraza) ingresado recientemente en el Museo de Albacete. Esta escultura debió formar conjunto con otras encontradas en el mismo lugar de la Losa (Casas de Juan Núñez), entre las que destaca el fragmento de caballo adornado con ricos ajeezados.

A todos estos hallazgos, algunos de importancia excepcional, hemos de añadir otros muchos que, en conjunto, permiten conocer los diversos aspectos de la cultura ibérica. Así, son de destacar los distintos tipos de armamento (cascos, espadas, lanzas, etc.) hallados en El Tesorico, Cola de Zama (Hellín) y Hoya de Santa Ana. La rueda de hierro de El Amarejo. Fíbulas, placas de cinturón, brazaletes, cadenas y anillos de bronce procedentes de Hoya de Santa Ana, el Tolmo, el Camino de la Cruz, el Cerro de los Santos, etc. Pesas de telar y fusaiolas (pequeñas piezas para hilar), en Hoya de Santa Ana, y abundantes piezas de cerámica en los yacimientos citados, así como en la totalidad de los localizados en la provincia, destacando las procedentes de el Amarejo y Hoya de Santa Ana por la variedad de formas y temas decorativos.

De excepcional importancia por su calidad, como sus inscripciones, son los platos argenteos de Abengibre, hallados en 1929. Otros hallazgos epigráficos corresponden al busto femenino del Museo de Albacete, y al plomo escrito del LLano de la Consolación ya citado.

Desconocemos el momento exacto de la ocupación romana en estas tierras. Las fuentes literarias apenas la mencionan, y los hallazgos más antiguos, faltos del estudio de algunos fragmentos de cerámica de barniz negro de varias procedencias, corresponden al tesorillo de monedas de plata republicanas halladas en Nerpio, de diferentes familias consulares, y algunos fragmentos de tierra sigillata (cerámia «fina» romana), lucernas llamadas de «volutas» por presentar este motivo decorativo junto a la piquera, la cabeza de Lezuza atribuida a Agripina, etc. Sin embargo, buena parte de los yacimientos localizados corresponden, en principio, a grandes villas o asas de campo señoriales del Bajo Imperio.

La red viaria provincial actual no diferirá mucho del antiguo trazado romano, al menos, en sus vías principales. Dos grandes ejes cruzaban la provincia en dirección N-S y E-O, estudiados por corchado Soriano y P. Sillers. Desde Complutum (Alcalá de Henares) una vía se dirigía hacia el sur pasando por los actuales términos municipales de La Roda, y La Gineta, y desde Parietinis, que ha de situarse próximo a Albacete capital, enlazaba con Saltigi (Chinchilla), y desde aquí la vía Hercúlea tomaba el camino de Almansa por Corral Rubio y Pétrola.

Hacia el sur pasaba por Venta Nueva (Pozo Cañada) donde se halló un fragmento de columna miliaria conservado en el Museo de Albacete, para seguir por Illunum hacia Cartagena. Por el suroeste tomaba el camino de Alcaraz pasando por Lezuza para llegar a Corduba e Hispalis. Ramales secundarios cubrirían el resto de la provincia.

En torno a las vías se distribuían algunos núcleos de población conocidos más por referencias documentales que por los escasos hallazgos habido. tal es el caso de Saltigi, o el de Illunum de donde proceden algunos mosaicos conservados ene l Museo Arqueológico Nacional.

Otra ciudad importante era la Colonia Libisosanorum, actual Lezuza, de donde procede la cabeza de Agripina, así como otras piezas fechable sen el siglo I d. C. Abundan en la provincia las villas romanas del Bajo Imperio.

La de Balazote, excavada por De los Santos Gallego entre 1970 y 1976, pertenecía sin duda a un rico propietario que la dotó de baños termales, sistemas de calefacción (hipocaustrum), ricos mosaicos polícromos con temas geométricos, figuras que aluden a los vientos, y temas marinos. En Tarazona de la Mancha el mismo arqueólogo puso al descubierto, en 1977, una habitación absidal también perteneciente a una villa.

Se trata de una estación rectangular con cabecera semicircular en alto y con pavimento de opus rectile, y un nivel más bajo con pasillo de mármol cruciforme y un mosaico en cada una de sus esquinas (Museo de Albacete).

En cuanto a obras de ingeniería, aparte del acueducto de Albatana, publicado por Zornoza Sánchez, en 1975, hay constancia de numerosos puentes sobre le Júcar y en Hellín, estos últimos publicados por J.F. Jordán Montes.

En algunos yacimientos ibéricos de larga duración se aprecia más claramente el proceso romanizador. Como ejemplo valga el de la necrópolis íbero-romana de Hoya de Santa Ana, cuyas tumbas más antiguas son de incineración y en ocasiones aparecen acompañadas por cerámicas áticas del siglo IV a. C. Las más modernas, de inhumación, presentan ya materiales netamente romanos; terra sigillata, vidrio, una moneda de Nerón, y dos estelas con caracteres epigráficos latinos.

Los tipos más corrientes de piedra granítica, como el procedente de vizcable (Nerpio), utilizado durante algún tiempo como abrevadero para animales; de ahí el orificio que posee en el fondo. en la Casa del Alcaide (Albacete), la sepultura rectangular estaba formada por grandes lajas de piedra. Excepcional, por lo difícil de su conservación, es el fragmento de sarcófago de madera hallado en Ontur.

De la misma población procede el frente de sarcófago infantil de mármol blanco, con cartela central, y decorado con relieve, representando una escena de cacería. El conservado en la Real Academia de la Historia y procedente de Hellín, donde se halló antes de 1834, es de gran interés. Es un sarcófago paleocristiano estudiado por M. Sotomayor entre otros investigadores.

El frente está dividido en siete campos por ocho pilastras estriadas con capiteles corintios, y arcos rebajados. De izquierda a derecha, las escenas son las siguientes: el milagro de la fuente, la curación del ciego, los tres centrales con cristo con los Apóstoles, el bautismos de Cristo, y el sacrificio de Abraham, temas todos sacados del Antiguo y del Nuevo Testamento. Posiblemente fue realizado en un taller romano, y se fecha a finales del siglo IV d. C.

Junto a otras sepulturas se han hallado cipos y lápidas de piedra (generalmente en piedra caliza o arenisca) dedicados al personaje allí enterrado. Ejemplos son las encontradas en Villapalacios, Jorquera, Nerpio, Casa del Alcaide, etc. La de Villapalacios está dedicada a los Sagrados Dioses Manes, después, al igual que sus compañeras, llevan el nombre del difunto, la edad que tenía, etc., y al final fórmulas como «que la tierra le sea leve», «aquí está», y otras.

Muy escasas son las esculturas romanas halladas en la provincia de Albacete. A los relieves esculpidos de los sarcófagos antes mencionados hay que añadir la cabeza de Agripina encontrada en Lezuza en el año 1950. Mide 18 cm. de altura y presenta el rostro bastante deteriorado.

El cabello, dividido en dos mitades por raya central y con pequeños rizos que le caen sobre la frente, corresponde al que llevaban las mujeres romanas durante el reinado del emperador Claudio.

De Zulema procede una pequeña figurilla de bronce representando al dios Mercurio, y que posiblemente perteneció a algún comerciante de la zona, pues el culto a este dios en España está directamente ligado con las actividades comerciales. Finalmente, algunos otros fragmentos escultóricos proceden de la excavación de la villa romana de Balazote.

Aunque no son esculturas, sino artes industriales, hay que mencionar aquí a las muñecas halladas por Sánchez Jiménez en Ontur y que constituyen una de las joyas del Museo de Albacete. Ejemplares de juguetería de este tipo son escasos.