Parateatro en Albacete (1884-1900). Por Emilia Cortés Ibáñez, artículo publicado en el Boletín Informativo «Cultural Albacete», noviembre de 1991 (número 56).

Proyecto de teatro para Albacete del arquitecto provincial Tomás Rico Valarino
Publicada en Teatro Circo de Albacete de Antonio Caulín Martínez, p. 19

En los años que aquí nos ocupan, Albacete tenía alrededor de 20.000 habitantes, que vivían de la agricultura y ganadería y de algunas pequeñas fábricas –cordelería, papel, cuchillería-; la suya era una “economía de subsistencia”, su industria era incipiente. Este estado de postración cambiaría después del desastre de 1898. En su sociedad predominaban los grandes propietarios de tierras, no existía burguesía industrial y, en líneas generales, su nivel cultural era bajo. Al igual que muchas otras ciudades de España, Albacete celebraba y celebra su feria en el mes de septiembre; ésta tuvo su inicio en el paraje en el que estaba enclavada la ermita de la patrona Virgen de los Llanos, cuando, a finales del siglo XVII, aprovechando la romería que allí se hacía, se instaló un núcleo de vendedores, animados tanto por el espíritu religioso como por el mercantil (Roa Erostarbe: 1891, 195 y ss.). Fue el comienzo de lo que más tarde se convertiría en punto de cita y reunión de ganaderos, mercaderes, labradores,… en mercado, en nueva vida para la ciudad. En 1710 el Rey accedió a la celebración de cuatro días de feria y posteriormente, en 1783, ésta fue instalada en el lugar que ocupa actualmente. Ya con anterioridad, en 1476, los Reyes Católicos habían concedido permiso al Concejo para celebrar mercado todos los jueves.

En este ambiente de fiesta, con numerosos visitantes de aldeas y pueblos vecinos, las representaciones teatrales tenían una buena acogida, sin olvidar la aceptación que el público demostró por otra serie de espectáculos, de marcado tinte popular, tenían lugar en el enclave geográfico de la feria durante los días en que ésta se celebraba. Sabemos de su existencia gracias a una serie de cartas manuscritas de “empresarios” y “directores” de “teatros” –como ellos lo denominaban- en las que se solicita un determinado lugar de la feria en donde poder instalar el barrancón y hacer la representación.

Es un tipo de espectáculo muy variado, en donde los transmisores no son únicamente personas sino también animales y otros diversos elementos; así tenemos teatro de espectros vivos e impalpables, de fantoches, de autómatas, de perros y monos sabios, además de cabras y serpientes amaestradas; la mujer-cañón, cuadros disolventes, teatro mecánico, figuras de cera, circo, gabinete oriental, y el espectáculo de última hora: el cinematógrafo.
Nuestras fuentes nos dan información detallada, gracias a ellas sabemos el número de metros necesarios para la instalación de la infraestructura de estos espectáculos, lo que nos permite conocer las medidas de los mismos. Así, lo más frecuente es que tengan 6 metros de ancho por 20 o 24 de fondo, esto hablando de espectros, fantoches o teatro mágico; si se trata de espectáculo de animales, el número de metros de ancho aumenta y tenemos 7 o 9 metros por 20 o 22 de fondo. El espectáculo que más metros necesita es el cinematógrafo, sobre el que tenemos las siguientes cifras: 10 por 17, 9 por 30 y 8 por 24 metros.

Hemos recogido un total de catorce Compañías que establecieron contacto con Albacete para solicitar barracón en la feria, pero no tenemos constancia de que dicha actuación se llevase a cabo, aunque nos inclinamos a pensar que así fue dada la aceptación con que contaba este tipo de espectáculos. Tenemos noticia de las siguientes:

Teatro de espectros vivos e impalpables (1884), cuyo representante, Francisco Eduardo Pérez, escribió desde Almería, donde a la sazón se encontraba instalado dicho teatro, concretamente en el Paseo del Príncipe. En su carta nos habla de la novedad del espectáculo, además del lujo con que está montado, y del gran éxito que está obteniendo. Indica la necesidad de gas para la presentación de los espectros (Vid. Ap. 1).

Teatro de espectros de Gregorio Jover Orozco (1887), que hizo su solicitud desde Novelda (Alicante).

Teatro de fantoches de Pedro Porcel García (1889) que, al solicitar un lugar concreto, nos demuestra no ser la primera vez que asiste. Escribió desde Elda (Alicante).

Teatro de fantoches de Ramón Vento (1893), que escribió desde Valencia y en aquel momento tenía instalado el espectáculo en la feria de Játiva (Valencia).

Teatro de fantoches de Pedro Porcel García (1893), del que ya hemos tenido noticias con anterioridad y escribió desde Valencia.

Gran teatro de perros y monos sabios de José Capitelli (1893) que, cuando escribió, estaba trabajando en la feria de Játiva (Valencia). Este teatro llevaba monos, cabras y serpientes amaestradas. Capitelli adjuntó a su carta el programa de la feria de Valencia, por lo que nos permite conocer los animales que componen el grupo. Perros: Leal, Chico, Peret, Tibilí, Cepillo y Alí; cabras: Paloma y Esmeralda; serpientes: las dos terribles Boa y Pitón; además de una colección de monos. En la función incluía también la pantomima titulada El desertor; ofrecía gran rebaja de precio, por lo que la entrada general costaba 15 céntimos y, con asiento de silla, 25 céntimos.

Teatro del Salón Italiano (1894), del que formaba parte el espectáculo de la mujer-cañón. Su director, Francisco Taburet, escribió desde Villarrobledo (Albacete) y en su carta demostró ser conocedor del enclave geográfico de la feria al escribir: “[…] si puedo contar al efecto con el sitio a la izquierda del paseo que sube a la feria en medio de dicho paseo […]”, lo que nuevamente nos demuestra que ésta no era la primera vez que acudía.

Compañía ilusionista de los hermanos Peluispe (1894). Su director, José Peluispe, nos dice que es un espectáculo importante además de económico; los últimos lugares en donde había actuado eran Vitoria, Jaén y Linares. La sibila Ester Satamiel formaba parte de la Compañía; en el espectáculo se ofrecía: cartomancia, nigromancia, magia blanca, magia negra, alta prestidigitación, ejercicios de escamoteo con animales y personas, suspensión de personas en el aire, cremación de personas, decapitación de un hombre vivo e hipnotismo con la sibila ya citada. A todo esto hay que añadir aparato de proyección y disolvente –que importaron de Alemania y les costó 6000 francos-, además de metempsicosis. Conocemos estos detalles por el interesantísimo programa que adjuntaron a su carta, enviada al presidente de festejos del ayuntamiento, en la que proponían que esta Compañía formara parte, como espectáculo público, del programa de fiestas que se celebrase por cuenta de la corporación municipal; y con tal fin le aclaraban que:
El precio de dos exhibiciones es de 5 ptas., siendo de cuenta todos los gastos (tablado, bastidor, portes, viajes, luz eléctrica, arcos, etc.), advirtiéndole que esta potente máquina da a las figuras un diámetro de siete metros, y que en cada noche presentó 100 vistas, la mayoría de movimientos, y todas diferentes.

Teatro de fantoches de Ignacio Pozas (1896), quien escribió desde Cieza (Murcia) en cuyo Real de la Feria se encontraba trabajando.

Teatro de perros y monos amaestrados de José Capitel (1897), que también escribió desde Cieza, donde a la sazón trabajaba.

Teatro de fantoches de Vicente Higón (1897), que ya había hecho la misma solicitud en años anteriores. Por la carta sabemos que desarrolló su actividad en Albacete en 1896.

Teatro mecánico de Pedro Tur (1897) que, cuando escribió presentando su solicitud, se encontraba trabajando en la feria de Cartagena, en su Cámara Amarilla.

Figuras de cera de Antonio Cantó (1898), que también solicitó barracón para hacer una exhibición de las mismas.

Espectáculo de animales domesticados de Luis Bacares (1899) quien, desde Almagro (Ciudad Real), solicitó terreno para presentar la función.

El número de espectáculos recogidos, con constancia de su actuación en la ciudad, es sensiblemente inferior; nuestros datos nos arrojan un total de siete:

Teatro de fantoches de Tomás Jover (1891), cuya solicitud de barracón obtuvo respuesta afirmativa, enviada a su casa, sita en la calle Ignacio García, n.º 15, de Cartagena.

Teatro del Submarino (1891), de autómatas, cuyo propietario, Raimundo Mas, recibió respuesta afirmativa en Sanlúcar de Barrameda; en su carta de solicitud escribía:

Excuso decirle que es de lo mejor que viaja pues, tanto en Sevilla como en Córdoba y Cádiz, ha llamado la atención de todo el público.
Era un espectáculo muy variado, ofrecía juegos ícaros, el drama en un acto El submarino Peral y el juguete en un acto La cogida de Perico Jindama; todo ello presentado por autómatas, y sujetándose en lo temporal al teatro por horas (8, 9 y 10 de la noche). La entrada general costaba un real; la de preferencia, 2 reales. Conocemos todos estos detalles gracias al programa que adjuntó en su carta.

Teatro mágico de Julián Martín (1892) que, cuando escribió su solicitud, trabajaba en la feria de Cartagena.

Teatro de fantoches de Vicente Higón (1895). En la carta que su dueño escribió desde Almansa (Albacete), donde posiblemente tendría instalado su barracón, ya que la feria de esta ciudad se celebra unos días antes que la de Albacete, solicitaba el mismo sitio que había ocupado en años anteriores. Parece ser que este teatro era uno de los habituales, puesto que también hemos recogido su solicitud dos años más tarde, en 1897. En las dos cartas hace alusión al sitio que ocupó en “los años anteriores”.

Gran Circo de Manzanares (1898) formado por la Compañía Ecuestre Feijóo, que pidió en su solicitud si podía “contar con el mismo terreno del año pasado (junto a la puerta de hierro) u otro más céntrico”.

Gabinete oriental de Juan García Padilla (1900), en cuyo espectáculo aparecía “una joven con cuatro piernas y una pareja de baile infantil”. Envió su solicitud desde Cieza (Murcia).

Teatro mecánico de Gabriel Marín (1900).

  • Además de estos espectáculos también se ofrecieron tres cinematógrafos:
    -Uno, el de Vicente Higón (1899), que con anterioridad ya había trabajado en la ciudad con su teatro de fantoches; pero los tiempos cambian y él dio un nuevo giro a su negocio.
    -Otro, el de Miguel Berbis (1900), que, según la prensa del momento, era el pabellón predilecto del público, y en él “se exhiben cuadros de gran efecto, entre ellos La Cenicienta y Noche de bodas”.
    -Y finalmente, el de Juan González Ros (1900), que llevaba “máquina eléctrica de bastante importancia y no tiene necesidad de tomar luz de fábrica”. Escribió desde Cartagena.

Pensamos que lo que hasta aquí traemos sobre este tipo de espectáculos variados es sólo una muestra de lo que realmente hubo.

Es posible que se solicitasen muchos terrenos, a juzgar por una modificación que sufrió el Reglamento del mercado de la feria de Albacete: “Se aumenta una peseta en cada metro de frente en toda instalación del paseo ancho, destinado a (espectáculos)”. Corría el año de 1894.

También creemos que estos espectáculos tenían buena aceptación entre el público; el hecho de que varios de ellos repitiesen su visita a la ciudad nos empuja a pensar de esta manera. Ejemplos tenemos con el teatro de fantoches de Pedro Porcel García y con el de Vicente Higón; según lo recogido, esta variante es la que contaba con mayor número de asistentes, seguido por el teatro de espectros, teatro mecánico y funciones de animales amaestrados.

Los espectáculos ambulantes que incluían títeres, marionetas, circo, acrobacias, linternas mágicas, además de otros divertimentos, reflejan claramente los gustos populares de la ciudad. En líneas generales, su finalidad era la de divertir al estrato más bajo de la sociedad; en Albacete, en particular, divertían a gran parte de la población dada la naturaleza de la misma.

Solicitud de terreno para montar un barracón dedicado a Teatro de Espectros. Dada en Almería 24-8-1884 (A.H.P.A. , sección Municipios, Albacete, leg. 445).